Origen

El tiempo es el gran misterio de la existencia que nos arroja hacia adelante, en busca de un fututo que se vive en el ahora, pero que está atado a un origen “pasado” que es como una torsión de la energía lo empuja hacia el fututo y que, sin embargo, se pliega hacia atrás. El futuro es un bucle del pasado. En este devenir se halla el ser humano y es el artista quien en su obra nos permite mirarnos en esta temporalidad de lo efímero, el artista está tentado a perennizar en sus obras aquello que el tiempo va dejando como un polvo del pasado. El artista es rebelde con su devenir al no permitir que el tiempo siga y detenerlo como una instantánea del momento creativo.

Aterrizaje, increíble pintura en la que podemos penetrar al interior de la tierra, a sus raíces. El pintor hace un corte vertical a un campo, y en planos podemos apreciar el descenso al interior del tiempo original. Las cosas que vemos en la superficie de la tierra tienen su origen en el subsuelo, es mundo oscuro y cubierto hacia afuera, más en su interior es un mundo y vivo y luminoso, donde el microcosmos de los insectos subterráneos colabora en un ecosistema fundamental para la vida superficial del planeta. Esta topología interior del pintor nos conecta con una fuerza telúrica muy particular.

Desde el interior, ahora del ser y de la eternidad, aparece Kundalini, magnífica pintura que muestra la convergencia del cielo y la tierra, del principio hermético de que “aquello que está arriba es como aquella que esta abajo”. La serpiente cósmica esta expresa en la imagen de la galaxia en paralelo con el sol al interior de la tierra, el kundalini, efectivamente une la tierra, expresada en el primer chakra, muladhara, desde donde se eleva esta serpiente que abandona su naturaleza reptiliana y rastrera, para elevarse como se eleva la fuerza espiritual del yoghi, que busca transmutar las fuerzas materiales en fuerzas espirituales, simbolizadas en el ascenso del kundalini desde la basa material del muladhara a la consciencia cósmica del oro solar del último chakra, Brahma-Rundra, el lóto de los mil pétalos.

Esta transmutación del plomo en oro manifiesta al “hombre nuevo” que no es otro que el arquetipo del hombre universal, del Adam-Kadmon de los hebreos o el Alinsanul-Khamil de los árabes, el Sol del filósofo de Sócrates o la Naturaleza Perfecta que nos muestra el hermetismo, y Falconi en su pintura Despertar, con un Cristo humanizado, descarnado, expresión de la profunda humanidad crística, que es el origen eterno del hombre, un retorno al ser universal, al hombre trascendente, al Cristo cósmico desde la humanidad descarnada. Tradición de expresión de un dolor vital budista, que en la pintura expresa con sutil vivacidad, atraviesa las obras de Pampite o del Lluqui con sus Cristos descarnados de la magnífica imagineria  barroca quiteña, de la que Falconi, también es heredero.

Esta experiencia es la Ascención, pintura donde las plantas expresan el símbolo perfecto de la elevación del ser en busca del origen, quiere volver al pasado primordial de estas plantas jurásicas que evocan el origen de la vida planetaria, y a la vez, el origen de la vida personal del artista quien creció en medio de una naturaleza ajardinada desbordante (en su casa taller en Pifo), y que esta magnificada hermosamente en su pintura. El punto de vista de esta pintura está de algún modo representado también por su pintura como Saturno, donde juega con el punto de fuga lateral y permite otra postura del observador; para el caso de Ascensión, mirando de cerca los hongos o seres de luz de un campo que parece iluminado interiormente. La naturaleza es exuberante y destellante, lúminica y abundate, donde las plantas son kundalinis que se elevan y se mueven como cantos de heliotropos y selenotropos, que danzan y se mueven al compás del sol y la luna.

Galo Cevallos Rueda

Enero 2024

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